Conductas prosociales: ¿cómo fomentarlas?

Por Laura M. Poveda, Psicóloga en Formación

A lo largo de la historia de los seres humanos siempre nos hemos preguntado, ¿cuál es la mejor manera para actuar e interactuar con otros?, esto debido a la importancia que tiene para nosotros como especie el socializar e interactuar con quienes nos rodean. Ahora bien, la manera en que llevamos a cabo esa interacción lo construimos desde nuestra infancia hasta la adultez; es un proceso en el cual día a día aprendemos y en el que interactúan varios factores como la cultura en la que crecimos, los lugares que visitamos, las experiencias que vivimos, el estilo en el que nos criaron nuestros padres e incluso los genes que nos transfieren nuestros padres. Todo esto debe favorecer a la adquisición de unas bases adecuadas que nos permitan encajar en la sociedad.

Pero, ¿existe una forma científicamente confirmada que nos permita infundir este tipo de conductas en pro a la sociedad en nuestros hijos, sobrinos, primos o hermanos?

La economía conductual, es un campo que aplica la investigación científica para comprender la manera en que nos comportamos y como esto se relaciona con la toma de decisiones (Esguerra, 2015). Pero, ¿qué tiene que ver la economía conductual con la manera en que socializamos con el resto de las personas?, precisamente la forma en que se interactúa con el resto de las personas termina siendo una decisión, y es cuando la economía conductual intenta explicar el por qué nos comportamos de una manera agresiva con los demás o de una manera amable y cooperativa.

Como se indicó anteriormente, este es un proceso que se debe incentivar desde edades muy tempranas, y existe un término que debe ser entendido antes de profundizar en el tema: en este caso nos referimos al refuerzo. Zúñiga, Rojas y Valverde (2001) lo definieron como la acción que genera como resultado una consecuencia agradable para la persona y que esta acción va a aumentar la probabilidad de que vuelva a ser realizada, y nada más lejos de la realidad, solo debemos pensar en el niño que por tender la cama le damos un dulce esperando que esa consecuencia sea lo suficientemente buena como para que en adelante siga tendiendo la cama o en nuestro caso, trabajamos esperando un sueldo, el cual va a aumentar la probabilidad que nos levantemos los lunes a las seis de la mañana a trabajar.

Gracias al refuerzo, podemos incentivar estas conductas en niños, en nuestras finanzas siempre buscamos invertir lo menor posible y tener la mejor ganancia o ese sería el ideal. Por esto mismo, al momento de un niño tomar la decisión de ayudar a su compañero de clase o ignorarlo entran varias variables en juego, principalmente hay un proceso de análisis acerca de las consecuencias que esto puede traer al niño. Por ejemplo, compartir mis onces al compañero que no trajo onces significa menos comida para mí.

Sin embargo varias investigaciones (Corsi, Barrera, Flores, Perivancich y Guerra, 2009; Palomino y Rosado, 2019) han encontrado que mediante el refuerzo podemos lograr que el niño tome decisiones en pro a los demás y que estas se mantengan en el tiempo teniendo en cuenta que para cada niño el reforzador puede ser distinto, o algunas cosas pueden reforzar más que otras dependiendo de cada niño.

Por ejemplo para algunos el reforzador más grande puede ser un dulce pero para otros puede ser un halago o un abrazo, es por esto que las consecuencias que vive un infante después de llevar a cabo cualquier acción que vaya en pro del otro debe ser agradable y positiva. Sin embargo, la evidencia nos indica que esta consecuencia agradable no debe estar presente en absolutamente todas las acciones que haga el niño de este estilo, básicamente porque al no saber en cual acción se le va a dar el refuerzo, aumentará la cantidad de veces que lo realiza (de Puga, Vázquez, Jiménez, Lahere y Fernández, 2014).

Por último, nos queda reflexionar acerca de la importancia y responsabilidad que tenemos cada uno de nosotros a nivel social, ya que no solo la consecuencia directa es la que va a moldear los comportamientos pro sociales en la nueva generación, esto nace también a partir del ejemplo y la manera en que nos comportamos día a día, de nada sirve reforzar continuamente a un niño si luego el adulto que le enseña es el primero en atacar los derechos del otro.

Las conductas prosociales son el camino para construir una sociedad sólida, empática y cooperativa la cual tiene sus cimientos en las nuevas generaciones.

Referencias

Esguerra, G. (2015). Economía conductual, principios generales e implicaciones. Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología, 15(1), 67-72.

Corsi Sliminng, E., Barrera Montes, P., Flores Bustos, C., Perivancich Hoyuelos, X., & Guerra Vio, C. (2009). Efectos de un programa combinado de técnicas de modificación conductual para la disminución de la conducta disruptiva y el aumento de la conducta prosocial en escolares chilenos. Acta Colombiana de Psicología, Vol. 12, no. 1 (ene.-jun. 2009); p. 67-76.

de Puga, R. P. S., Vázquez, M. M., Jiménez, C. O., Lahera, N. O., & Fernández, V. P. (2014). Psicología del aprendizaje. UNED-Universidad Nacional de Educación a Distancia.

Palomino Cueva, S. F., & Rosado Romero, J. J. (2019). Programa juega conmigo para promover la conducta pro social en niños de 5 años de la IE 211 Trujillo 2018.

Zúñiga, D. M. M., Rojas, W. S., & Valverde, R. (2001). Efectos de la música-danza y del refuerzo positivo en la conducta de personas con discapacidad múltiple. Pensar en Movimiento: Revista de Ciencias del Ejercicio y la Salud, 1(1), 19-33.

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